Un hogar es muchísimas cosas. Los brazos abiertos
de alguien, el sonido de una voz a través del teléfono, el olor a sal del mar,
la temperatura de una tarde húmeda, el sabor de los platillos de tu madre, los
maullidos de tu gato de la infancia, las miradas inquisitivas de tus tíos y
tías, una postal con una frase impersonal, el olor a ropa recién lavada, el
reflejo de los árboles en los charcos…
Y sin embargo creo que los que nunca nos sentimos
cómodos en lo que podíamos llamar “hogar” nunca vamos a tener uno. Saldremos de
casa y trataremos de lavar cualquier rastro que nos identifique con el pasado,
y avanzaremos hacia el futuro sólo para darnos cuenta de que no encontraremos
más de lo que perdimos.
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