Miscelánea cultural y poética cotidiana

Miscelánea cultural y poética cotidiana

domingo, 29 de julio de 2012

En la lluvia

Relájate, déjate ser mojado,

déjate ser amado.

La lluvia no cesará aunque resistas,
y el rostro con las manos cubras.



Así que, hermoso y seco rostro,

eleva desde tu cuello
hasta la coronilla sedosa, 

los ojos de pardas pestañas
y sueños vividos. 
Déjalas lavar tu pena.



Relájate, déjate llorar;

deja que ellas te lloren a lágrima viva,
y que tu garganta no emita un susurro

más audible que el de la lluvia en tu piel,
como en la tierra seca de hierbas verdes.

Corre, corre, que el agua no te ha

de dejar ni mojar. Mira a tu alrededor:
Eres el único amante adulto sin la cara
bajo un paraguas.
Te ama con creces y tsunamis, con el rayo
y la luz. Corre, o tu vida lavará
de tu mente templada, y tu alma de hombre
arrancará.


miércoles, 4 de abril de 2012

Sinceridad


No puedo controlar mis emociones. Parezco frío y rígido, pero me quedo callado porque en realidad no entiendo qué siento, qué es ese vacío emocional en mi interior.

En cuanto dejo de fingir, todo aquel río de emociones que detuve con tanta fuerza, se desborda y me hace caer al suelo, gimiendo de dolor, alegría, tristeza, odio, e incluso amor, cosa que jamás pensé sentir, pero que en realidad no puedo mantener, pues mi piel se torna pálida y la sangre se estanca en mis venas. En realidad no puedo ser sincero después de fingir siempre que me encanta esta vida, esta balanza con la que siempre pierdo. Vaya que es encantador.

¡No me gusta! Lo odio, nunca me ha agradado, antes de darle la mano, de dirigirle la mirada, ya lo odiaba, ahora me doy cuenta que ese zumbido interminable en mis oídos era esa irritación.

Trato de decirme lo que me he dicho siempre, en cualquier situación, “cálmate”. Pero por más que lo repito, más siento el llanto acudir a mis lagrimales. ¿No soy un adulto? ¿No soy incluso un criminal, un asesino?

No, no soy un adulto, soy un pequeño niño de diez años aterrorizado de ver cuánto talento posee, y ver en los ojos de los demás esa chispa de astucia con la que te manipularán, con la que, cuando te voltees, cuando duermas o te duches, atarán hilos rígidos como el metal a tus puntos flexibles, y desde ese momento no crecerás, a pesar de que hagas todo lo que ellos te dicten, sin suspirar ni una sola vez de amor, sin pensar nunca qué hacer, pues ya sabes todo…

Sinceridad. Lo estoy intentando. Esto no va con esa máscara, la está rompiendo, Dios… ayúdame, estúpido, se resquebraja, no sé qué demonios está pasando dentro de mí… Parece que algo me quema la garganta, como vómito, en realidad.

Desconozco mi cuerpo, no sé quién es al que miro… La última vez que sentí mi cuerpo, estoy seguro que tenía cincuenta centímetros menos, el cabello más corto y… ¿Quién es ese hombre en el espejo? Sé que se mueve a mi compás, pero yo no siento lo que él hace… ¿Qué sucede? ¿Dónde está mi cuerpo?

Creo que es más fácil tocándolo… Sí, puedo sentir las yemas de unos dedos largos, pero pienso en alguien ajeno a mí, y es nauseabundo. Siento repulsión hacia esto. Dejo de tocarme, definitivamente esas no son mis manos.

No me costará, pienso, evocar aquella vez el último roce de unas manos sobre mi cuerpo, cuando tenía trece años: la respiración se niega a subir por mis pulmones… Ya basta… Uso la boca y mi pulso parece volver a calmarse. No fue buena idea.

Pero sólo siento que en cualquier momento, cuando cierre los ojos, desapareceré, ahora sin alma ni cuerpo. Estaré perdido donde el hombre aún no ha pisado, sólo con esta avalancha de sentimientos que quiero enterrar o vomitar de una arcada.