Miscelánea cultural y poética cotidiana

Miscelánea cultural y poética cotidiana

miércoles, 12 de octubre de 2011

Poor little rich boy


Nunca puedo correr. Lo tengo atado a los tobillos.

A veces sube y me besa en la boca.
Con un asqueroso sabor a lágrimas, corro al lavabo y escupo, y tan insuficiente es esto, que me meto el dedo en la garganta, tratando de borrar cualquier huella.

Pero no soy estúpido, eso es sólo un engaño para ti, para que el mundo vea cuánto te odio.
En realidad, ya me acostumbré a tenerle cerca, a que sea yo. A que tenga mis ojos, como un hijo bastardo...

¿No eres precioso? me pregunta el espejo. Le sonrío con tu boca fétida de deseo.

Y en las solitarias noches me escupe a la cara, me toca, enmarañándome el cabello con los dedos largos y una risa sardónica, lamiéndome la oreja, dejándola goteante de pruebas... "¿Estás mejor?"

¿Quién te ha hecho esto?, pregunto sorprendido, horrorizado y puedo asegurar que divertido, viendo el moretón en mi clavícula, y, conforme me consuelas, el que está en la cara interna de los muslos.
Un idiota... No, nadie en realidad, te encubres y me llamas, y yo, andando de puntillas, hago como que no pasa nada y me meto bajo tus brazos.

No estoy loco, no hay nadie que me haga eso... El espejo me lo dice, yo le engaño asintiendo, como si le comprendiera y reconociera a la ramera que se alisa los mechones revueltos de un calentón matutino.

Oh, eres precioso... murmura al oído hasta hacerme llorar entre dientes y sábanas.

Y en un mañana siento que he muerto diez veces entre noches de sexo y semen.

Me miras sospechoso, celoso y herido.
¿Estás bien? preguntas con ese rostro que odio tanto.
Sin embargo, me sonrío, me amarro el cabello bien alto, tratando de parecer limpio por primera vez, y te digo antes de bajar a desayunar, encogiéndome de hombros a tu pesar:
Bueno, ¿y qué quieres que haga?, eres un jodido chico que me encanta ser y rellenar.


Mi nuca pesa demasiado, mis piernas parecen ser cuatro en lugar de dos.
Por primera vez noto algo extraño, miro hacia mis tobillos y veo que, como si fuera inercia, mi ropa interior se ha deslizado al suelo.
Con un cansancio permanente doblo mi espina dorsal, y con los dedos trémulos subo aquella prenda algo desconocida hasta que me besa el trasero con descarada suavidad.

No lo vales... No vales que haga esto...
La oscuridad de mis ojos se hace un poco más evidente y comienzo a parecer lo que en verdad quiere que sea: un montón de cabello del cual jalar, unas manos que esposar, unas piernas que abrir, una boca que abofetear y un trasero que adorar. A eso se le llama perfección, ¿cierto?

Y, en un momento de pobreza y "sobriedad inoportuna", comprendo todo.

Eres un perfecto imbécil. 
Bajas a desayunar con esas piernas que la noche anterior no podían cerrarse;
masticas con esa boca que traga lo que vea;
miras la inocencia con arrogancia, como si hubieras visto cosas mejores, cuando en realidad marchas al infierno cada maldita noche;
hablas del sexo como si lo conocieras, y sin embargo te coloreas cuando hablan de amor. ¿Qué demonios es eso que ocurre en tus mejillas?, ¿maquillaje?, ¿no? ¡No bromees!, no puede ser inocencia.

Mierda... sus hombros tiemblan como si fueran míos; oh joder, siento que está temblando en mi alma y que la resaca me martillea las sienes...

Y lo peor de todo es que no puedes llorar aún; pero no importa, puedes esperar un poco, después de todo estamos en verano, y las lluvias extrañan besar tu miseria.